Durante toda la historia de la psiquiatría y, particularmente, en los últimos años, ha existido una tendencia a diagnosticar síndromes, basados en la adaptación de figuras mitológicas, de personajes actuales, de cuentos de hadas, de historias extraídas del folklore y de todo lo que se nos antoje, para caracterizar los hallazgos que en nuestra experiencia clínica se considerarían originales, amén de interesantes para, con otros, ser compartidos.
En mi opinión, esta tendencia encuentra justificación en el hecho de que como psiquiatras, todos gozamos de lo que creemos sea un fondo de riquezas culturales muy vasto.
Además, de que nuestros antepasados profesionales, exteriorizaban la misma tendencia a exhibir sus talentos multifacéticos personales y estéticos.
Hoy, en esta lección, nos ocupa otro nuevo síndrome y otra nueva categoría diagnóstica, la que con nuestros lectores aquí conoceremos.
El nombre del síndrome está basado en el carácter de la novela más famosa de las que Oscar Wilde escribiera, como más adelante tendremos la oportunidad de apreciar.
El Síndrome de Dorian Gray
El Síndrome de Dorian Gray se aplica a un conjunto de síntomas de origen sociocultural que se caracteriza por la preocupación excesiva de muchos individuos con su apariencia personal distorsionada (dismorfofobia).
La última se refiere al miedo extremo de sufrir deformidad alguna.
Acompañado por dificultades en la aceptación del proceso del envejecimiento y de aceptar asimismo las demandas del crecimiento y la madurez emocional.
Los individuos que se creen ‘sufrir’ de este síndrome se consideran inclinados al uso excesivo de los cosméticos y de los procedimientos quirúrgicos, en un esfuerzo — a veces, vano — para preservar su apariencia lozana y juvenil.
De mucha importancia es que éste y muchos otros síndromes que tanto abundan en la literatura, no se reconoce por DSM-IV (la Biblia de los diagnósticos psiquiátricos) como entidad diagnóstica establecida.
Definición
El síndrome de Dorian Gray se define por una tríada diagnóstica que abarca los siguientes criterios:
- Signos de dismorfofobia.
- Rasgos de personalidad narcisista.
- Fijación en el desarrollo psicosexual del tipo característico encontrado en las parafilias.
En adición, hoy se incluye, como parte de los ‘síntomas’ el uso excesivo de sustancias y procedimientos estéticos para retrasar el envejecimiento.
Esta condición fue descrita por la primera vez, por Brosig en el año 2000 en un simposio dedicado al estudio de las drogas que se utilizan para ocultar la vejez y al avance de la ‘medicina estética’.
El nombre, como ya sabemos, alude a la novela famosa de Oscar Wilde, El Retrato de Dorian Gray, en la cual el protagonista, como hombre muy bien parecido, admira su retrato recién pintado y expresa el deseo de que sea el lienzo –– quien, en su lugar — envejezca.
El diablo lo escuchó y le concedió sus deseos.
Entonces, habiendo vendido su alma, para no envejecer. Con angustia, Dorian, se vuelve testigo de los estragos que, al retrato, infligen su vida disipada y su alma despiadada y narcisista.
Mientras que Dorian no envejece o cambia, el retrato, de manera progresiva, luce como monstruosidad repugnante.
En la trama de la novela, Wilde condensa en la metáfora provista por el retrato, el rejuego de motivos narcisistas y grandiosos. Plasmados entre sí en la necesidad de la belleza eterna y en la abolición del proceso del envejecimiento natural.
La descripción de Dorian Gray, en su carácter ficcional sirve como la inspiración para el epónimo y la descripción de este síndrome.
Psicodinámicamente, existe una interacción entre tendencias narcisistas: el deseo por la eterna belleza, sumada a una inhabilidad de crecer y madurar, más el miedo de envejecer — eso todo lo encapsula.
Como defensa contra los procesos naturales mencionados, surge el uso de los cosméticos y de los procedimientos estéticos destinados a lograr el objetivo básico: el de borrar o de retardar todo cambio que signifique no ser joven y no ser ‘hermoso.
Por razones no bien establecidas, los arquitectos de este ‘síndrome’ proponen la coexistencia de la dismorfofobia, con el narcisismo y la parafilia — las dos primeras se entienden — pero, la última requiere explicación.
Mientras que, para quienes manifiestan este síndrome, se postula, que poseen un componente psicodinámico característico, que se define por la defensa inconsciente contra la maduración y el envejecer.
Eso afecta muchas personas por todos conocidas.
De acuerdo a Brosig, este síndrome, se ha confirmado que existe en un 3% de la población alemana.
La proporción sexual aun no se ha determinado.
También se desconoce si existe en otras culturas y, si está relacionado en su apariencia con otras condiciones, como son la obesidad u otras disorexias — ya que las últimas pueden causarnos alteraciones físicas poco halagüeñas.
El diagnóstico
Los siguientes criterios de índole operacional tienen que establecerse rigurosamente para llegar al diagnóstico:
- Signos de dismorfofobia.
- Estancamiento e inhabilidad de aceptar el crecimiento o la madurez emocional.
- Utilización de por lo menos dos de los siguientes productos, o maniobras
1. Restauradores del crecimiento del pelo (finasterida)
2. Agente anti-adiposidad (orlistat)
3. Medicación contra la disfunción eréctil (sidenafil)
4. Elevadores del afecto (fluoxetina)
5. Dermatología cosmética en cualquiera de sus formas
6. Cirugía estética (liposucción o estiramiento facial).
Los episodios depresivos y crisis suicidas se observan con frecuencia en este síndrome. Esto sucede si los métodos utilizados por el ‘paciente’ fallan en sus propósitos de retardar el envejecimiento o resaltar la belleza.
Si el paciente continúa en su evolución progresiva hacia el envejecimiento aborrecido — a pesar de sus esfuerzos — la depresión o la rabia narcisista pueden sobrevenir con todas sus consecuencias adversas.
En los últimos casos la posibilidad de actos autodestructivos por sobredosis o abuso de las drogas y el suicidio pueden ser una complicación final.
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